miércoles, 29 de agosto de 2012

Y en materia ambiental, qué nos trae el TLC


Foto: Luis Herrán Los vecinos del Puerto conviven con el ruido y las constantes bocanadas de humo de las grúas de cargue y descargue.

ANTONIO CANHILA GARCÍA
PERIODISMO ECONÓMICO

Colombia firmó uno de los Tratados de Libre Comercio (TLC) más esperados en toda la historia del país. “El TLC con los Estados Unidos, zarpó a puerto seguro” y según lo demostrado por los primeros estudios ya se vislumbran los logros de este acuerdo comercial que ha hecho centrar la mirada del Gobierno en los principales puertos, que serán la plataforma propicia para iniciar las exportaciones.
En Buenaventura, Barranquilla, Santa Marta y Cartagena, el panorama de unos cuanto se vislumbra prometedor en materia de generación de empleos directos e indirectos y de expansión del comercio, pues esperan que la ubicación de los puertos en estas ciudades se traduzca en avance en materia de vías, turismo y sobre todo en dinero.
Aunque parezca atrevido ya el Gobierno han hecho el balance de los cien días que van desde la entrada en vigencia del TLC. Según un informe del Ministerio de Comercio, “el producto más exportado durante los primeros 100 días del TLC con Estados Unidos ha sido el oro. Le siguen productos como café y carbón. Las ventas de oro hacia el país norteamericano, aumentaron en un 66%; las de petróleo y carbón, en 39 por ciento, y los químicos aumentaron en un 1.700%”.
Todo lo anterior suena aún más atrevido si hacemos un estudio específico de cómo se están preparando los puertos en materia ambiental y cómo trabaja el Gobierno para garantizar un entorno sano a los que residen cerca a los puertos.
Si bien es cierto que dentro de las sociedades portuarias hay comités encargados de la seguridad física y ambiental de los empleados, es bueno conocer ¿qué pasa del otro lado del puerto?
Las Colonias es el callejón ubicado al lado de la Sociedad Portuaria de Cartagena, que en comparación con los otros tres puertos, parce ser el más preparado del país, sin embargo su trabajo con las comunidades aledañas en nulo. Así lo indican los mismos moradores que se preocupan por lo que se les viene con el TLC.
“Esto lo único que nos ha traído a nosotros es intranquilidad, perjuicios tanto físicos como mentales, ya en Las Colonias uno no puede ni dormir en paz”, de esta forma cuenta Cesar González Julio, habitante de Las Colonias,  el tormento que vive junto a sus vecinos desde la ampliación del puerto de Cartagena.
Los residentes de Las Colonias no han recibido una charla o capacitación que les avise de lo que significará para ellos como vecinos del puerto la entrada en vigencia del TLC con EE.UU., sin embargo algo que tiene claro es que de ahora en adelante se tendrá que gritar más. “Sí, aquí todo es a los gritos” por que el estridente sonido de las grúas pórtico no dejan otra forma de comunicación.
Las casas agrietadas, la falta de empleo y las afectaciones en materia de salud que les genera a sus vecinos el Puerto de Cartagena, parce contradictorio a lo que se esperaría si se tiene en cuenta la responsabilidad social de este “vecino gigante”.
Pero lo peor es la ausencia de intervención del Estado que en más de una oportunidad ha sido alertado de esta situación ante lo que no se han tomado medidas encaminadas a una solución contundente.
Para los próximos meses lo que esperan es lo peor, “si antes del TLC ya veníamos sufriendo, ahora será pero, tocará hacer como los otros, mudarse de aquí”, asegura otro vecino de Las Colonias.
Lo normal sería un panorama de generación de emplea, inclusión a la empresa y concientización ambiental, pero en Cartagena sucede lo contrario y el escenario que se vislumbra en Las Colonias es un paisaje para saber qué tan preparados están los puertos de la Colombia en materia ambiental, para vivir el TLC que ya lleva 100 días, en los que el Gobierno se ufana de avances en exportación y generación de empleos, pero en materia ambiental todo el mundo se queda callado.
Los únicos que no guardan silencio son los vecinos del puerto de Cartagena, quienes ya han afinado su voz para gritar más fuerte que las grúas pórtico que cada día dejan a más personas sufriendo de sordera.

sábado, 25 de agosto de 2012

El Mamón tiene sed




ANTONIO JOSÉ CANCHILA GARCÍA.
Los mamomeros esperan un fuerte aguacero que les calme la sed.
Amanecía
en el oriente se veía
que los rayos del sol despedían
las últimas sombras de la noche

Hacía tiempo no llovía
continuaba la sequía
y en toda la región
ya se morían los montes

Amanecía y el cielo seguía despejado
en el rostro de la gente se marcaba el desespero
pero en el pueblo seguían esperanzados
porque cambiara el tiempo y reventara un aguacero.
Son las estrofas de una canción interpretada por Diomedez Díaz, pero también es el vivo retrato de la situación que a diario y durante años, han vivido los habitantes de El Mamón. Sus rostros siempre esperanzados de un aguacero, o como ellos mismos dicen “que caiga algo de arriba, porque de los tubos no sale ni gota”.
La razón de esta cruda realidad a la que tiene que enfrentarse los mamoneros, es simple: negligencia del estado, que para ellos (como para la mayoría de poblaciones de esta zona) parece que no existiera.
En octubre del año pasado cuando salieron a votar, no lo hicieron por x o y aspirante, no. Los mamoneros y mamoneras, salieron a votar por el agua. Esa fue la promesa de todo los “politiqueros”, que disfrazados de políticos, se aprovecharon de la sed y el desespero de esta población para llegar al poder y luego si olvidarlos como siempre.
La situación en la actualidad, cuando han transcurrido seis meses de la actual administración es desoladora. Epidemias de diarrea, casos de desnutrición e infecciones epidérmicas abundan en los habitantes de El Mamón que a solo diez minutos de Corozal y quince de al capital sucreña, viven como en un desierto.
De los pocos “pozos” (cuerpos de aguas dispuestos para el consumo animal) se valen para satisfacer las necesidades que padecen por la falta del preciado liquido, de allí los brotes de sarampión  y hepatitis que se han venido presentando sobre todo en la población infantil, que es la más los más vulnerable.
Lo peor de todo, señalan los mamoneros, es que las posibilidades de solución del problema no están lejos del alcance de la alcaldía, pues por las polvorientas resecas calles de El Mamón atraviesan los tubos que abastecen de agua a algunos barrios de Sincelejo y a escasos metros en Pileta el agua es permanente.  Es triste, esto evidencia que lo que falta es gestión, la gestión de un representante de esta comunidad que estando en el consejo o pudiendo hablar desde la junta de acción comunal se vende para ganar cuotas burocráticas aunque tengan que morir mendigándole agua a los pileteros.
 Hace unos meses el alcalde de Corozal, Eduardo “El Parie” Gonzales, mojo prensa para decir a la opinión pública que el problema de acueducto de El Mamón estaba solucionado… solucionado su futuro y el de su familia, pero el de los mamomeros es cada vez más incierto.
Ahora el agua que hace algún tiempo llegaba cada mes, solo le llega a unos cuantos y mientras la mayoría de la población trata de sobrevivir sin el vital elemento. “La situación es cruel, yo mejor paso hambre y no sed”, me comenta un mamonero, a la vez que encilla su burro sediento, y le monta unos tanques para arriar agua de Pileta, para por lo menos cocinar con agua limpia.
La solución está en manos de la alcaldía, una buena gestión podría dar fin a este cuadro desolador, que ahora deja a esta población pujante sin su principal fuente de ingresos la agricultura, “ni de arriba ni de abajo” les llega agua para regar los cultivos y los dineros que prestaron para la siembra están expuestos a perderse o a la espera de que una voz se levante y como oasis en el desierto aplaque la sed que tiene El Mamón.